Uso y funcionamiento
El uso es el modo en que se utiliza el cuerpo en cada momento.
El funcionamiento de los pulmones consiste en respirar. Fumar, es una opción de uso. El bíceps sirve para levantar el antebrazo, dejarlo contraído cuando no es necesario, es una opción de uso. Sobre el uso tenemos capacidad de opción, sobre el funcionamiento, no.
El uso afecta al funcionamiento. El mal uso del cuerpo da lugar a una coordinación desequilibrada. Algunas partes del cuerpo efectúan demasiado trabajo y otras demasiado poco. La forma de utilizar una herramienta determina su eficacia.
Apreciación sensorial imprecisa
El sistema sensorial ‘se acostumbra’ a nuestra posición espacial y a la relación entre las diferentes partes del cuerpo y está condicionado, por lo tanto, por nuestros hábitos. La percepción es relativa a lo habitual (por ejemplo, si uno va siempre con los pies hacia fuera y los pone paralelos, los sentirá hacia dentro). Esto quiere decir que no se puede confiar plenamente en la información que suministra el sistema sensorial.
Esto conlleva dos problemas principales:
Uno es que siempre queremos hacer las cosas bien y, cuanto más es así, más usamos nuestro sistema sensorial para comprobar los resultados, lo que, visto lo anterior, se comprenderá que no es muy útil. Por ejemplo, nos queremos sentar “bien” en una silla y lo “intentamos”, ponemos todo lo que ya sabemos al servicio de obtener un buen resultado, pero no podremos hacer lo que no sabemos si seguimos haciendo lo que sabemos. Lo único posible es dejar de hacer lo que se sabe está mal, que no necesariamente se sentirá como bien en ese momento porque cuando una persona está equivocada, lo correcto le parece incorrecto.
Y el segundo es que si conseguimos no hacerlo mal y tenemos una sensación nueva durante el proceso, tenderemos a querer repetirla, lo que, dado que cada vez partimos de —o vamos a— un lugar diferente, no será garantía de nada.
Estas son las mayores dificultades al cambiar de uso. No obstante, conforme éste se reeduque, más fiable irá resultando la información que suministren los sentidos.
No hay que pensar tanto en el fin por el que se trabaja como en los pasos que conducen a él. Si se dan los pasos adecuados, se llega a donde se quería, independientemente de cómo se perciba sensorialmente.
Control primario
Se llama así a la relación dinámica que existe entre cabeza, cuello y espalda y que es determinante en la organización del equilibrio y el movimiento de todo el cuerpo. Si la manera de usarse uno mismo interfiere con el equilibrio de la cabeza, la organización de todo el organismo se verá afectada negativamente. La cabeza inicia siempre los movimientos y el resto del cuerpo sigue. Si se previene el bloqueo del control primario, el sistema funcionará de forma óptima. Para ello, todo el cuerpo deberá liberarse de tensiones innecesarias y, de esta manera, adquirir su estatura y amplitud ideales.
Inhibición
La expansión espacial no puede tener lugar si no se deja de hacer lo que la impide. A este dejar de hacer lo que interfiere es a lo que Alexander llamó inhibición. No se debe confundir con el concepto freudiano de inhibición. La inhibición de Alexander no supone ni represión ni insensibilidad sino la eliminación de reacciones estereotipadas que impiden el libre funcionamiento del organismo y la verdadera espontaneidad.
Primero se debe saber qué hábitos dificultan el libre funcionamiento del control primario y luego inhibirlos. Esta inhibición no es ni corrección ni compensación, que sería hacer más de lo que ya se hace, sino dejar de hacer. A un nivel neuronal, o que se quiere es evitar la respuesta inconsciente no deseada a un determinado estímulo. En palabras de Alexander: “Usted no está aquí para hacer ejercicios o aprender a hacer algo bien sino para conseguir ser capaz de encontrarse con cierto estímulo que siempre le lleva a hacerlo mal y aprender a tratar con él.”
Se trata de aprender a usar el pensamiento para dejar de interferir con uno mismo, para suspender la reacción hasta estar preparados. El énfasis se pone en lo que no queremos.
Dirección
A menos interferencias en el funcionamiento de los sistemas, mayor facilidad de uso. Si la inhibición se centra en lo que no queremos, la dirección concierne a lo que sí queremos. Las direcciones básicas son: 1) permitir al cuello estar libre de manera que 2) la cabeza pueda ir hacia delante y arriba y así 3) la espalda se alargue y se ensanche. Cualquiera que sea el movimiento, estas direcciones han de mantenerse continuamente. El orden secuencial de las instrucciones es importante pero funcionan como una sola: “una después de otra, todas a la vez”.
Después hay direcciones “secundarias” para las extremidades como por ejemplo rodillas hacia delante y afuera o codos hacia atrás y abajo. Nunca estará de más repetir que de nada sirve “hacerlo”, es decir: pensar en expandir significa, en primer lugar, dejar de encogerse. Inhibición y dirección han de funcionar simultáneamente.
Las direcciones no son movimiento aunque crean la posibilidad de movimiento y no tienen porqué ‘ir hacia donde parece que va el movimiento’. Por ejemplo, al sentarnos nos movemos hacia detrás y hacia abajo, pero queremos hacerlo de manera que nuestro cuerpo no sufra ninguna pérdida de longitud o anchura y, para ello, seguimos dirigiendo la cabeza hacia delante y hacia arriba y todas las partes unas lejos de las otras. Sentarse será un resultado del movimiento de las articulaciones de las piernas y no supondrá un bloqueo del control primario y un hundimiento del pecho, por ejemplo.
Mantener las direcciones mientras inhibimos lo que no queremos, permite que los reflejos y los mecanismos posturales naturales funcionen, ahorrando esfuerzo y sin castigar las articulaciones.
© 2004 Eduardo Tilve