1. Equilibrio
Todo cuerpo desviado del punto de equilibrio necesita de una fuerza en sentido contrario para no caer.
Esto es muy fácil entenderlo pero es más difícil sentirlo cuando se refiere al propio cuerpo. Por ejemplo, es frecuente que una persona perciba como relajante alguna de estas posturas cuando está cansada:
Pero, en realidad, está ejerciendo sin notarla una fuerza con los músculos de la espalda equivalente a más de la mitad del peso de su cuerpo.
Tampoco se suele notar la fuerza que hace el cuello cuando la cabeza está demasiado adelantada.
La tensión innecesaria reduce la movilidad de las articulaciones. Además, es fácil imaginar que si un músculo tiene que estar trabajando con un fin que no se desea conscientemente, se pierden posibilidades de aplicarlo a otro fin.
Pero, se puede hacer, ¿no?
Sí. El cuerpo humano tiene una gran capacidad de adaptación, puede trabajar en condiciones difíciles, puede cambiar la relación entre sus partes para mantener el equilibrio (por ejemplo, esquivar un golpe desplazando una parte y reajustando automáticamente las otras para no caerse), puede contraerse, extenderse, colapsarse o hacer torsión cuando se le requiere, y también puede utilizar una parte para funciones que son más propias de otra, como las manos para caminar, la boca para respirar o la región lumbar para sentarse. El problema es que si se hace uso constante de los mecanismos "de emergencia", se puede estropear el sistema antes de lo debido. Lo importante no es estar siempre relajado y en equilibrio sino ser capaz de volver a estarlo cuando se quiera, ya sea en el trabajo, jugando en Partypoker o en casa cocinando. El equilibrio es la postura que nos ofrece más opciones de movimiento.
2. Hábitos
Pero, ¿por qué no siempre percibimos el desequilibrio y la tensión?
Un juego: cruce los brazos. Ahora, rápidamente, crúcelos al revés.
Es un movimiento muy sencillo y cuando lo haya hecho unas cuantas veces le parecerá fácil pero, de entrada, cuesta y resulta incómodo simplemente porque se sale de lo habitual. Percibimos como cómodo aquello a lo que estamos habituados.
Otro juego: de pie y con los ojos cerrados, ponga los pies paralelos y separados un palmo. Mírelos. ¿Están como creía? Si no lo están, corríjalos. ¿Cómo los siente? Es probable que si normalmente tiene las puntas hacia fuera los sienta hacia dentro y viceversa. Si siempre va torcido para un lado y le ponen recto, se sentirá torcido para el lado contrario. Los sentidos no nos dicen dónde estamos sino de dónde venimos.
Explicar por qué desarrollamos hábitos y, sobre todo, malos hábitos, puede resultar muy complejo, pero quedémonos con que es posible percibir como cómodo lo que es incorrecto y como incómodo lo correcto, aunque sólo sea durante un período de adaptación. Pero si evita lo incorrecto, a medio plazo, sus músculos estarán agradecidos de poder dedicarse a otras cosas que no sean mantenerle en equilibrio.
3. Dónde están las articulaciones
¿Dónde cree que está la articulación de la cabeza con el cuello? Localícela en su cuerpo.
Ahora ponga un dedo a cada lado de la cabeza en el hueco que hay justo detrás del lóbulo de la oreja, entre la mandíbula y un bultito que queda más atrás. Entre sus dedos tiene la primera vértebra. Si mantiene ahí los dedos y hace movimientos muy pequeños con la cabeza, apreciará claramente la proximidad de la articulación. No está en la parte de atrás del cráneo o del cuello sino más bien en un punto central. ¿Había acertado?
Hay algunas articulaciones que, aunque se hayan visto muchas veces en un dibujo y se utilicen continuamente, quizás no resulte fácil situarlas en el propio cuerpo.
Haga el siguiente experimento: mire hacia los lados como lo hace normalmente. Ahora ponga los dedos donde antes y, con la espalda erguida y el cuello relajado, vuelva a mirar hacia los lados pensando que es allí donde se produce el movimiento. ¿Hay más o menos movilidad? Pruebe otros movimientos de la cabeza.
Otra articulación difícil de ubicar: ¿dónde se articulan las piernas con la cadera? Póngase de pie con toda la espalda bien apoyada en una pared, levante una pierna y verá claramente a qué altura se articula. Es aproximadamente un palmo por debajo de la cintura.
Saber dónde están las articulaciones nos puede ayudar a movernos mejor.
Ejercicio: mire el dibujo de un esqueleto y localice las otras articulaciones en su cuerpo.
(Fíjese por dónde pasa el eje en la vista lateral.)
4. La columna vertebral
La columna es muy larga. Siéntese un momento con la espalda recta y mirando al frente. La distancia entre su nariz y el asiento es más o menos la longitud de su columna.
Los discos que hay entre las vértebras permiten que tenga flexibilidad pero no son articulaciones tan móviles como las de cabeza-cuello, brazos, piernas, dedos o mandíbula. A efectos prácticos, deberíamos pensar en la columna como una unidad, flexible pero sin "bisagras".
5. Cuál es la postura correcta
No hay una postura correcta. Nos movemos continuamente. Lo ideal sería mantenerse siempre cerca del eje de equilibrio, lo más altos y relajados que sea posible y con las articulaciones libres y dispuestas al movimiento. Pecho hundido, hombros caídos o alzados, omoplatos salidos o demasiado juntos, pelvis adelantada, rodillas demasiado extendidas, exceso de curva lumbar o cervical son posturas habituales que limitan nuestra libertad de movimiento y que nos pueden causar problemas de salud.
Un uso adecuado de nuestro cuerpo nos proporciona más flexibilidad, más potencia y mayor bienestar a largo plazo.
6. Consejos para una buena postura
Al estar sentado: son preferibles las superficies planas a las que te echan hacia atrás. El peso del tronco debería caer sobre los isquiones (los dos huesos que quedan en la base, entre los glúteos y los muslos), los pies estar en el suelo y la espalda en posición vertical.
Al levantar peso: intentar mantenerse alrededor del eje vertical. Las piernas tienen más fuerza que la espalda. Si el tronco va demasiado hacia delante, se deberá cargar con él además de con el peso previsto.
Al leer: procurar que sea el libro el que se acerca a los ojos y no al revés. Una base inclinada para apoyar el libro puede resultar muy útil.
Al caminar: utilizar el juego completo del pie y recordar que el movimiento de las piernas puede ser independiente de cadera y espalda.
Al estirarse: comprobar que no sea a expensas del lado opuesto.
En general: queremos la espalda lo más larga y ancha posible, NO RÍGIDA.
Y también sabemos que pensar en dónde se produce realmente el movimiento, dónde están las articulaciones implicadas, ayuda a que éste sea más libre y no se apliquen tensiones innecesarias.
© 2004 Eduardo Tilve